martes, abril 04, 2006

Cuando lo social va de la mano con lo vivencial… Segunda parte

Por múltiples razones que no voy a nombrar ahora, puesto que alargarían considerablemente mi post de hoy, decido ubicarlos de lleno en mi primera experiencia como “bénévole” (voluntaria) aquí en Montreal. Lo cierto es que antes de tener mi primer trabajo remunerado, obtuve mi primer trabajo voluntario.
La organización que frecuenté los primeros meses de mi arribo a Québec se llama Centre de femmes de Montreal. Llegamos a principios de agosto de 2004. Transitamos los albores de diciembre de 2004, sin trabajo, con nuestra economía diezmada por no tener una entrada y nuestra desesperación a punto de tomar proporciones bíblicas (y claro, no era para menos). Una semana después, surge el primer trabajo de Nico. Ya más tranquila, y mientras continuo mi búsqueda de empleo, me topo en el centro con un cartel pidiendo voluntarios para preparar la Navidad. Todos los años, se preparan canastas de comestibles para las personas más necesitadas (sobre todo inmigrantes recién llegados y familias de escasos recursos), además de juguetes para los más pequeños. Durante todo el año, se buscan los colaboradores: grandes cadenas de supermercados y de farmacias; donaciones de todo tipo y color, son muy bien recibidos. Pero cuando llega diciembre es cuando todo se mueve. Son casi 20 días muy intensos y necesariamente la demanda de personal es increíble. Durante casi tres semanas, concurro día por medio, desde las 10 de la mañana hasta las 2 de la tarde. Hice de todo. No creo que algo haya faltado. Desde decorar las paredes colgando adornos alusivos a la Navidad, desplazamiento de cajas repletas de juguetes, lavado y acondicionamiento de los mismos juguetes, recepción de donaciones, preparación de cajas para los beneficiados, contacto telefónico para asignar día y hora de entrega de productos…y así podría continuar porque la lista es larga y extensa. Debo de aclarar que además del esfuerzo que requería estar allí, estamos hablando de pleno diciembre en Montreal. No el de Montevideo, calorcito pereperepepé…sino temperaturas de menos 15 y un viento insoportable, donde lo mejor es meterse en la cama o mejor dicho no salir de ella…
Relacionado con el frío, una anécdota muy interesante… una cadena de supermercados donó una cantidad importante de pollos. Consideren que la meta era hacer para el 2004, 400 cajas de comestibles. Pero los pollos iban llegando de a tandas, desde los primeros días, y había que conservarlos (congelados) hasta el 20 de diciembre, fecha en que se entregaban las tan mencionadas canastas. Al principio llenamos las heladeras disponibles, pero luego no había espacio suficiente. ¿Saben cómo se refrigeraron los pollos? Los subimos todos al techo, si a la azotea del depósito, y se quedaron allí, esperando la fecha para volver a descender. Si creen que alguno rompió la cadena de frío, le erran! Estaban lo más bien los pollos, congeladitos allí arriba…
Se imaginarán que a nosotros nos venia muy bien una caja con comestibles para la Navidad, si bien nunca pasamos hambre, toda ayudita venia bien, pues recién comenzábamos a ver los primeros dolcas (léase dólares canadienses). Pero yo no quise inscribirme pues consideraba que había gente con menos que nosotros. Mucha gente no entendió esto y otra me apoyó. Total que llegado el gran momento, ver las caras de la gente que recibía esas cajas fue mi mejor paga. Los niños pasaban a la sala de los juguetes y como había tantos (que habíamos seleccionado según la edad), podían elegir dos juguetes viejos y uno nuevo. Ese era mi lugar preferido. Pero no siempre podía estar allí, teníamos que rotar o simplemente cubrir los otros turnos. Comprobar que personas que tenían menos que yo salían triunfantes con su tesoro y haber podido disfrutar aquellos rostros iluminados por los juguetes elegidos, será hasta el final de mis días, mi mejor recompensa. Las muestras de afecto recibidas aún resuenan en mi corazón.
Y si bien no lo hice esperando nada a cambio, personas que me rodearon consideraron que yo también merecía algo (¿algo más?). Así fue como recibimos un hermoso cheque por 100 dólares (reservado sólo para algunos voluntarios especiales, aquellos que ellos sabían que necesitábamos pero que no pedíamos), que debo de reconocer que nos vino de maravillas, pues aún no teníamos cobrado el primer salario. Para que saquen la relación de qué se puede hacer con ese dinero, les diré que era lo que gastábamos de supermercado en 10 días. Nunca esperé nada a cambio, es más, recibí mucho más de lo que di. Y así, a pesar de ser la primera vez lejos de nuestros afectos, tan lejos y con tanto frío, atravesé mi primer navidad blanca, con mi corazón bien caliente ante tantas muestras solidarias y tantas caritas iluminadas por la generosidad ajena…

Vero


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