Miradas intimistas pero no simplistas III

FANTASMA…

Mentira. ¿A quién engañaba?
Con calma, había dicho que había aceptado su partida. ¿A quién engañaba?
Que ya no dolía, se había repetido una y mil veces. ¿A quién engañaba?
Por todos lados donde miraba lo veía. ¿A quién engañaba?
Allí estaba él, omnipresente y omnisciente en toda la casa. ¿A quién engañaba?
En cada acto de su vida diaria, él la acompañaba. ¿A quién engañaba?
Así deambulaba por todo el séptimo piso del departamento. ¿A quién engañaba?
Ya no vivía en el séptimo cielo. ¿A quién engañaba?
Todos sus actos eran automáticos, sólo parecía funcionar así. ¿A quién engañaba?
Sólo sus funciones básicas eran llevadas a cabo todos los días, en eso se había transformado ahora su vida. ¿A quién engañaba?
Sin ganas ni de respirar, pues este sólo acto ya se lo acercaba otra vez a su mente, aun le quedaba un poco de orgullo y otro poco de instinto de conservación. ¿A quién engañaba?
Cuantas veces desde su partida había pensado en quitar esta miserable existencia. ¿A quién engañaba?
Cual mejor fantasma, así la acechaba él todo el día. En el trabajo, donde aun podía recordar tantas conversaciones mantenidas sobre todo y sobre nada. Allí donde todo había comenzado. Allí donde tantas veces se habían abrazado. Pero lo peor era llegar al hogar. Pues en eso se había transformado gracias a él. Con él lo habían construido. Con su partida, se había destruido. En cada rincón aun se olía a él. Cada diminuto detalle aun se lo recordaba. ¿A quién engañaba? Así no podía continuar, debía tomar una resolución. De esas que sabia que no se arrepentiría pero que era necesaria a pesar de su dolor. Tenia que continuar su miserable existencia, de alguna manera. Se lo debía, a ella, a los dos, a ese gran amor que se habían profesado.
Era imposible seguir engañándose.

Vero