jueves, abril 06, 2006

Reflexiones de jueves (o de vida?)

Cuando llegué a tu vida, en los albores de aquella mañana de enero, supiste que me amarías hasta el fin de tus días. Esto lo sé a ciencia cierta, porque siempre me lo recuerdas, cada vez que quiero, cada vez que puedes, cada vez que sientes que lo necesito, cada vez que no lo pido. Ese amor que venia germinando en ti, hizo explosión cuando estuve en tus brazos. Comprendiste que serias capaz de dar todo por mí, por más que nunca te lo pidiese. Y que batallarías en contra de todos y de nadie por librarme de cualquier dolor. Pero también sabias que tenia que hacer mi propio camino, que luchar mis propias batallas, donde perdería y ganaría y sobre todo tenia que aprender a sobrevivir, a vivir, a realizarme como persona y como mujer. Así lentamente y con una paciencia infinita me fuiste transmitiendo toda tu sabiduría, comentándome tus aciertos y también tus errores. No siempre estuvimos de acuerdo, pero siempre me apoyaste y siempre te apoyé. Porque desde esa misma mañana, todo fue un intenso fluir entre tú y yo. Sabes bien que conmigo no sólo das sino que también recibes y eso te hace enormemente feliz.
Cuando en aquel noviembre fuimos mucho más que dos, pensaste que tu corazón estallaría de amor una vez más. Es que él es tan grande que aún puede albergar otro amor, uno distinto al que me profesas. Así, tú y yo, nos adentramos en otra etapa de nuestras vidas, mucho más cómplices. Nuevamente continuaste enseñándome, y a pesar de que soy un tanto cabeza dura, sabes que finalmente reconsidero haciendo caso de tus recomendaciones la mayoría de las veces. Aunque te concedo el beneficio de que tu tarea no ha sido fácil, sobre todo por esa parte tan contestaria que tengo.
Así aquella fatídica tarde de junio, cuando muy suelta de cuerpo te anuncié que partiría de tu lado, creíste morir, llorando en silencio. Sabias que triunfaría, pues nunca dudaste de mí, pero el dolor tan intenso que sentías, creías que no serias capaz de superarlo. Y ya ves, nunca me alejé; sigo contigo, cada mañana cuando al abrir los ojos, constatas que pasé por tus sueños, cada noche, cuando me dedicas esa oración que le rezas a tu Dios.
Aprendí a ser tu hija mientras tú aprendías a ser mi mamá, y mientras transito mi vida, aprendo a ser mamá (y me esmero en ser mejor hija) mientras tú aprendes a ser abuela (esforzándote por ser mejor mamá), aún a pesar de la distancia. Sé que algún día te irás, más nunca te alejarás de mi. Es que estás demasiado grabada a fuego en mí.
Me enseñaste a decir te quiero y a que es tan importante hacerlo sentir como decirlo, así que: ¡MAMI TE QUIERO!

Vero

Nota: Esta mañana recibí un correo de una ex-colega de Montevideo quien me anuncia que está embarazada por primera vez (supongo que mis amigas aún no lo saben, pues no me han comentado nada al respecto). Esto sumado a algo importante que me sucedió ayer (leído y sentido) me hace reflexionar, así que decidí regalarles esta vez una mirada por cierto muy íntima y profunda...


Estadisticas de visitas