martes, mayo 30, 2006

Vivir sin disyuntivas

MARCA REGISTRADA
Vivir sin disyuntivas
30.05.2006

Una sociedad que decide no castigar a aquellos de sus miembros responsables de los peores crímenes catalogados por la civilización como crímenes contra la humanidad- se asegura su propia degradación moral a mediano plazo.

Por María Urruzola

No importa si esa impunidad se concede por miedo, por cálculo político o por ignorancia: el resultado es el resquebrajamiento y posterior dilución de cualquier ética de la responsabilidad.
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Cuando claudica la regla de dar a cada quien lo que se merece y se acepta el no castigo de los peores crímenes, queda allanado el camino para los demás crímenes y crimencitos, los que en gravedad vienen después de los de lesa humanidad (asesinato, robo, estafa, defraudación, cohecho, usurpación...). y más aún -lo que se volverá irremediablemente cáustico para el entramado social profundo-, quedan amparados los procedimientos que esquivan toda ética de la responsabilidad, que se desentienden de toda disyuntiva y se mueven en el plano de la más absoluta relatividad moral, esa que justifica estar, al decir popular, en ambos lados del mostrador. Si se acepta lo peor, se aprende a justificar lo menos malo.
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Ese es el Uruguay que tenemos en la actualidad.
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Porque los primeros militares presos tuvieron que ser requeridos desde otro país y por un juez extranjero, como sucedió con Casella, Radaelli y Sarli, extraditados a Chile por el asesinato de Eugenio Berríos y los siguientes militares presos, autores de los peores delitos contra sus compatriotas, como Gavazzo, Silveira, Rama, Arab y Medina, tuvieron también que ser requeridos por un juez extranjero, en este caso argentino, para conocer las rejas del lado de adentro. Aún hoy, la justicia uruguaya no encontró la forma de encontrar culpables en el caso Berríos y no ha procesado a ningún militar por los horrores cometidos durante la dictadura. Los jueces, chitón.
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Ese es el Uruguay que tenemos en la actualidad.
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Porque Juan Peirano logró estar cuatro años prófugo y recién ahora se tropezó con la justicia norteamericana pese a su "green card", pero siguen libres los que utilizaron el Banco Hipotecario para sus gastos personales, los que utilizaron la publicidad oficial para enriquecerse y enriquecer a sus amigos, los que en nombre de la Corporación y el Desarrollo distribuyeron dineros y gracias y, por supuesto, se guardaron dineros e influencias, los que nos vendieron el Plan Fénix que nunca se construyó pero en el que se gastó dinero, y así sucesivamente. Todos siguen circulando por la ciudad como honorables ciudadanos igual que los militares- y alguno hasta se ha permitido enjuiciar a algún periodista atrevido, culpable de decir la verdad sin pruebas.
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Se puede hacer una larga lista de responsabilidades diluidas: policías corruptos y, ahora se sabe, también asesinos; jueces timoratos y ministro de tribunales que atravesaron la dictadura incólumes y luego se reciclaron a una democracia no muy exigente; periodistas que un rato al día son el cuarto poder y otro rato asalariados de políticos o empresarios; médicos que en realidad son empresarios y otros que aceptan la superposición de trabajos en la misma franja horaria, en nombre de los bajos salarios; empresarios que evaden al Estado desde hace añares pero se permiten encocorarse públicamente mediante solicitadas; fiscalizadores de la DGI que se construyeron un buen pasar trabajando durante años de los dos lados del mostrador y ahora sólo se cuidan en la forma, haciéndolo por interpósitos colegas...
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Ese es el verdadero Uruguay. Un país en el que todos encuentran una justificación para estar de los dos lados del mostrador, y en el que la obligación de elegir, de optar, de escoger una cosa sabiendo que ella inhabilita otras, ha desaparecido del horizonte social. Ya nada se pierde, nada se elige, todo es compatible con todo. Esa gangrena social, que algunos soñamos que la izquierda combatiría como primer paso hacia la reconstrucción de una convivencia social sana, se regocija con situaciones como las del Secretario de la Presidencia, Gonzalo Fernández, mano derecha del Presidente, y abogado de innumerables delincuentes de cuello blanco. Como antes sucedía con gobernantes blancos y colorados, a Fernández le alcanza con decirse y decirnos- que no es él quien ejerce efectivamente la defensa, sino los integrantes de su estudio. Nada nuevo bajo el sol de los retoños de la impunidad.
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Como dijo el Ché, hace demasiados años ya, "si el comunismo se desinteresa de los hechos de conciencia, podrá ser un método de distribución, pero no será jamás una moral revolucionaria". Efectivamente, el comunismo se desentendió de los hechos de conciencia. ¿Persistiremos en el error?
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Lamentablemente puedo decir que sigo con avidez los acontecimientos de mi país, y lo peor es que creo que ella no se equivoca al escribir este perfil del Uruguay de hoy. Por eso es que creo importante compartirlo aquí con ustedes.
Saludos
Vero


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