sábado, agosto 19, 2006

El y yo

Antes de irme al congreso en Francia, leía una crónica sobre el genocidio rwandés, escrito por el periodista (y experto en política internacional) Gil Courtemanche. Situada en la década de los noventa en Rwanda, trata sobre la masacre ocurrida entre dos de sus etnias: los tutsis y los hutus. Narrada por un periodista canadiense que regresa a África, uno se deja llevar por un ágil relato, que mixtura los albores de la masacre hasta los horrores que ello conlleva, junto al amor que él siente por una joven local.

Si bien el libro tiene sus años ya circulando y sus traducciones en varios idiomas, en ese tiempo había sido muy comentado en Montreal, pues estrenaban la película en los cines de la ciudad. Decidí comprarme el libro en vez de ir al cine a ver la película. Con todas mis ganas, comenzamos nuestro camino. Siempre creo que podré con todo y con lo que sea, y partiendo de esta premisa, nunca pensé que esta lectura me afectara de la manera que lo hizo. Faltando menos de 10 páginas para terminar de leerlo, no pude más y lo dejé. Me molesta y mucho dejar las cosas por la mitad. Ni que hablar que un libro es algo que me tengo absolutamente prohibido abandonar por el camino. Entre los preparativos del viaje, las emociones de reencontrar mis amigos que hacia 5 años que no veía, y la logística hogareña, mi libro quedó relegado con las mejores excusas, al fondo del cajón de mi mesa de luz… con su marcador en la fatídica página.

Pasaron 5 semanas desde que lo había dejado. Supuse que conocía el final de la historia y sabía que no lo quería aceptar, pero ¡yo quería saber! Extraña contradicción, ¿verdad? Luego comprendí que estaba demasiado involucrada con mi lectura y que me afectaba enormemente, por eso lo había dejado de lado… pero aun persistía en mi mente, esa morbosa sensación de querer saber como terminaba pero no querer saber al mismo tiempo.

Una tarde, buscaba unos papeles. Y él y yo volvimos a encontrarnos. Marcado donde lo había dejado… esperándome. Resolví que no podía ser tan cobarde y que debía enfrentar este demonio si quería saber el final del libro. Di un largo suspiro. Entreabrí sus páginas y me sumergí en él. Como si todo ese tiempo no hubiese pasado, me bastaron 5 líneas para estar nuevamente inmersa en la trama. Luego de 2 páginas, constato con un poco de recelo, que quizás otro final se avecine. Me animo a hacer una página más. Y así, parada contra la ventana, devoro el final en menos de 10 minutos. Me sorprende, no era lo que yo anticipaba. No, no era posible este final… al menos no de acuerdo a mi sentir ni a mi imaginación. Ni peor ni mejor. Más allá del final, me siento satisfecha de haberlo logrado.

No puedo dejar de pensar en cierta analogía con la vida, ¿será que anticipamos a veces qué es lo que sucederá y como no nos gusta, no nos atrevemos a vivirlo? Nos basamos en supuestos de cómo será el futuro, pero ¿y si no es así? ¿Y si nos faltan otros elementos para terminar de comprenderlo? No puedo evitar pensar, ¿que pasaría si en realidad no es como nosotros pensamos? Nuestra percepción es una cosa, pero ¿es eso la realidad de lo que ocurrirá? ¿Y si el solo hecho de atreverse a vivirlo, sirve para cambiar lo que parece imposible?

No lo sé, son solo efímeros pensamientos luego de la lectura de un libro cualquiera…

Vero


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