lunes, diciembre 04, 2006

Ya llegó…

Y sí, no se hizo esperar mucho! En 2005, había llegado el 22 de noviembre. Este 2006, decidió hacerlo el 2 de diciembre. ¡Claro, me refiero a la nieve! El domingo comenzó a nevar despacito, pero a medida que avanzaba la mañana, la cosa comenzó a tomar amplitud. A las 2 de la tarde, los autos estaban con nieve en sus parabrisas y techos, la calle y nuestro balcón mostraban sus primeros dos centímetros de nieve… señal inequívoca de que el invierno ya está entre nosotros.

Es nuestro tercer invierno en Montreal. A mí me encanta. Ojo, no me golpeé la cabeza ni estoy loca. Les explico. Me causa un placer enorme ver nevar. Me siento maravillada al contemplar esos copos geométricamente diseñados correr por el largo de mi campera de invierno. Me gusta más observarlos caer desde mi ventana y depositarse en el pino, con una taza de café bien caliente entre las manos. Es cierto que la nieve trae muchos inconvenientes pero esta naturaleza rebelde que tengo me hace saber apreciar cada una de las cosas maravillosas que poseen estas 4 estaciones. No me quejo, me adapto a ellas. Este tiempo va a durar al menos 4 largos y penosos meses. ¿No creen que es mejor saber apreciar el invierno, que rezongar constantemente porque nieva y hace frío?

Es época de bajarse de mis tacos, calzarse las botas de nieve que de femeninas nada tienen. Aunque una astucia a la que recurro es la de tener en el escritorio unas buenas botas altas que nos saquen del paso si llega alguien de visita. Caminar por la calle sintiendo como cruje la nieve debajo de mis botas, es una experiencia de adoro. Reconozco que al pasar los días y cuando ya hace más de dos meses que estamos con la nieve, me agradaría volver a ver el verde de los jardines y de los tantos parques que posee la ciudad. Pero como no todo es negativo, tengo la suerte de vivir al lado de uno de los parques más grandes y hermosos de la ciudad, lo que hace que cada vez que la “reminiscencia verde” me ataca puedo darme, bien abrigada claro, una buena caminata por alguno de los tantos senderos que posee. Si ando medio loca y apurada (como de costumbre), mi paseo en bus hasta la oficina todas las mañanas también me permite deleitarme con las pobres hojas de los árboles caducos que aún resisten las fuertes temperaturas.

Como no todo lo que reluce es oro, hay algo que si me incomoda de este tipo de invierno. Es todo el apronte previo que uno tiene que hacer antes de salir a la calle. Ahora hay que levantarse media hora antes (todos saben que prefiero dormir hasta el último minuto), pues perdemos un tiempo enorme en acomodarnos las botas, los guantes, el gorro (que no uso nunca), la capucha de la campera y la bufanda. ¡Cuidadito con olvidarse de algo! Todo el apronte se termina convirtiendo en un ritual. Y si encima hay niños en la casa, el tiempo se duplica pues hay que ayudarlos o hacerlo nosotros mismos. Cuando uno se encuentra finalmente en la calle, las caminatas suelen ser más lentas, pues siempre está o el miedo a resbalar (¿quién no ha comprado las calles de Montreal con alguna buena caída?) o una cantidad importante de nieve en las veredas que demoran la marcha.

De todas maneras y a pesar de estos inconvenientes, me gusta el invierno en Montreal (¿será que de vieja me estoy poniendo masoquista?). Para los que se están aprontando para lagartear en la playa, vayan mis más sinceros, calurosos y nada envidiosos saludos. Y si por ahí, en plenas vacaciones, se llegan a acordar de mí, piensen que el invierno dura por estos lares TAN sólo 4 meses… BUAAAAAA!!!!!

Vero
.
PD: les iba a incluir unas fotos pero no sé que pasa que el blog no me deja...

1 Comments:

At 12:46 p. m., Anonymous Anónimo said...

Hola Vero!!
No valeeeeeeeeee. Nos debés las fotos invernales.
Besos

 

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