miércoles, febrero 14, 2007

Des-hojando una margarita

Me quiere mucho, poquito y nada
me quiere mucho, poquito
me quiere mucho

Sin pretensión alguna de ser una des-amorada escribo estas líneas. Es que a veces es más fuerte que yo la reacción en contra o a favor de, sea cual sea el tema en cuestión. Por estos norteños parajes, se vive con mucha intensidad este día, y a mí pocos pelos se me mueven a no ser por el viento de la hermosa tormenta de nieve que atravesamos hoy día. Me refiero concretamente a la celebración de San Valentín, un santo que ya no lo es tanto pero ese será tema de otro texto.

Tengo un vago recuerdo de lo que sucedía por estas épocas en Montevideo, días en los que la mayoría aun lagartea bajo el sol, si no es por un propaganda que aparecía unos dos o tres días antes de una famosa florería montevideana ubicada en 8 de Octubre y Propios (ya sé que se mudó a Av. Italia!) que incitaba a regalarle flores a su amada en este día. Intuyo, con esta globalización creciente, que quizás sea un día un poco más conmemorado que antaño en mi ciudad natal, aunque no dejo de recordar que nosotros teníamos instaurado nuestro propio “Día de los enamorados” (sólo que no recuerdo en qué mes sucedía).

Las comparaciones son odiosas, eso siempre lo sostuve, sobre todo si me van en contra. Así que solo me limitaré a contar como lo veo yo desde aquí. Por supuesto, que al día siguiente de Navidad, si el 26 de diciembre, muchas vidrieras y escaparates cambiaron su tradicional árbol de navidad por unos lindos corazones rojos. Otros, un tanto más conservadores prefirieron hacerlo luego de la llegada del nuevo año. Lo cierto es que durante todo el mes de enero y lo que va de febrero hemos estado continuamente bombardeados por una sociedad de consumo que pretende vendernos lo que sea relacionado con este famoso día. ¡Y vaya que son ingeniosos! Porque, cuidado, no cualquiera tiene su San Valentín y el que lo tenga que lo agarre fuerte o que sea inteligente como para mantenerlo hasta el 14 de febrero. Luego si no nos conviene, lo mandaremos a mudar o a otra parte, pero eso también forma parte de otra historia.

Dejando de lado todos esos festejos del “Día de pepito”, es decir día del niño, día del padre, de la madre, del abuelo y del espíritu santo con una sola y única intención que es la comercialización (intención válida pues de algo tiene que vivir la gente), no me queda más que preguntarme, ¿será que los humanos necesitamos de la instauración de estos días especiales para recordar a los seres que amamos? ¿Qué pasa con aquellos des-afortunados que no tienen ni un perro que les ladre? ¿Recordaran tiempos mejores o esperaran otros tiempos?
Por suerte, sea cual sea el lugar en el que me encuentre, el de las más amada o la más des-amada, siento que los que amo lo saben mas allá y mas acá de cualquier santo día. Porque de eso se trata el amor, ¿no? De sentirlo y de decirlo, de manifestarlo y de gritarlo a los 4 vientos, pero por encima de todo de transmitirlo, de hacerlo sentir y de no dejarlo morir. Seamos entonces responsables aunque sea de nuestro amor y de nuestro des-amor todos los días de nuestra vida.

Vero


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