Hoy es 3... 3 de noviembre. No es cualquier día y sin embargo es un viernes como cualquier otro. Hace 4 años era domingo. Hace 4 años estaba con una panza enorme y parecía una pequeña ballena a punto de encallar. Faltaba poco tiempo para tener en brazos a Maxi. Estábamos todos muy ansiosos. Era una cesárea programada para el día siguiente. Era un bebé muy esperado. Nadie hablaba de los miedos comprehensibles que todos teníamos. Que fuera sanito, que nada se complicara, que ambos estuviésemos bien, etc., etc. Yo estaba tranquila y confiada, aunque confieso que estaba un poco nerviosa. Recuerdo que ese día almorzámos en casa de mi suegra un rico asado. Sacamos las últimas fotos de la panza. Es que tengo una firme creencia de que las personas necesitamos registros gráficos para crecer y construir nuestro pasado, ese del que sólo escuchamos hablar a los mayores y del que casi nada recordamos. Luego, fuimos de visita a la casa de quien sería el padrino de Maxi. Recuerdo haberme encontrado con otra panza, otra chica amiga de la familia, que esperaba para unos días después. Total que ambas tuvimos a nuestros hijos casi al mismo tiempo.
... Y finalmente llego el tan esperado día. Luego de algunas complicaciones en el transcurso de esas 40 semanas de gestación, al fin en pocas horas, seríamos la familia que tanto anhelábamos. Es increíble como mientras escribo, todos los recuerdos, de lo más vívidos, se agolpan uno detrás del otro como si hubiesen pasado apenas ayer. Cierto es que los que me conocen, saben de mi memoria prodigiosa. Recuerdo la llegada al sanatorio a las once de la mañana junto a Nico y mi mamá, cuando nos dieron la habitación, la siesta que me dormí antes de las dos de la tarde que fue cuando me vinieron a buscar y en el medio que llegaron mi suegra y Marcos quienes hablaban bajito para no despertarme y se reían ante mi siesta comentando lo preocupada que yo estaba!!! Recuerdo el reparto de bienes (es decir les legaba a mi hermana, mi mamá y mi suegra una cosa mía a cada una de ellas en el eventual caso de que algo me sucediera) y los disparates que me dijeron. Recuerdo el rostro preocupado de Nico ante la partida. La mirada confiante de mi mamá y la sonrisa optimista de mi suegra.
... Es increíble como aún 4 años después el sólo recordar ese día oprime mi pecho y cierra mi garganta. Sería bastante más fácil terminar este relato diciendo que finalmente mi hijo nació sin problemas y que todo estuvo bien. Que yo me sentí espléndida luego de la cesárea y que el martes a la mañana ya estaba de pie tomando mi acostumbrada ducha matinal. Que dos días después ya estábamos de vuelta en casa y que teníamos un bebé divino y hermoso que comía y dormía todo el tiempo, al que no se le conocía llanto alguno, a no ser por tres razones específicas: que tuviese hambre, sueño o que fuese la hora de su cambio de pañal.
... Pero aún si todo esto es cierto, algo cambió para siempre ese 4 de noviembre de 2002 en muchas de las vidas de las personas que nos rodean, pero sobre todo en la mía. Y no es solamente porque nació mi primogénito. Sino que es porque ese día yo también volví a nacer. Algo inesperado sucedió mientras yo me encontraba en block de recuperación. Mi organismo reaccionó adversamente a alguna(s) de todas las drogas suministradas y yo creí morir en el momento en que comprendí que no podía respirar por mi misma. Eran exactamente las 16 horas del 4 de noviembre de 2002 cuando la lucha comenzó. Reaccionaria por naturaleza pero como medio de supervivencia también, al principio la lucha por respirar fue encarnizada. Imposible doblegarme, pero el aire no entraba. Mientras varios médicos y enfermeras se reunían alrededor de mí, yo podía sentir la desesperación que reinaba en el ambiente. Llegó un momento en el que tuve que afrontar la realidad y sentir que perdía mi lucha. Cuando reconocí que mi momento había llegado y acepté que nunca llegaría a conocer la carita de mi bebé ni escucharlo llamarme mamá, fue cuando una immensa paz me invadió. Recuerdo claramente que comencé a rezar el Padre Nuestro. No pedía la salvación, sólo acomodaba el cuerpo junto a esta paz que sentía. En ese momento, las alarmas dejaron de sonar, la mano que me sostenía me apretó con más fuerza y pude sentir por primera vez como mis pulmones se llenaban de vida nuevamente.
Muchas veces estuve tentada de describir esta experiencia. Pocas veces la narré desde lo más profundo como ahora. Seguro no estaba preparada para hacerlo antes de hoy. En ese momento no comprendí cabalmente todo lo que perdería si moría en ese instante. Es sólo cuando, como anoche antes de dormir, Maxi me cuenta algo que lo atemoriza y soy capaz de consolarlo, encontrandole una explicacion adecuada a sus temores, cuando puedo apenas vislumbrar todo lo que me hubiese perdido de no estar aqui...
... Por eso sé que algo cambió en mí. Ahora me atrevo más y tengo menos miedos. Ahora enfrento mis demonios con otras armas. Ahora me permito sentir y vivir en plenitud en el error y en el acierto. Ahora perdono a los que nos ofenden. A los que quiero les digo cuanto los quiero y se los demuestro. A los que no quiero, ellos solitos se dan cuenta de ello. Ahora juzgo menos con la varita de la verdad. Ahora respeto las decisiones de los demás. Ahora decido involucrarme aunque sé que puedo salir lastimada. Ahora me arriesgo a pesar de saber que me puedo equivocar. Ahora me equivoco, me caigo, sufro y lloro, pero comprendo que siempre hay un mañana y otras posibilidades y que mientras transite esta vida vale la pena vivirla al máximo aunque muchas veces me obliguen a bajarme de mi nube de felicidad.
Nací un 3 de enero de 1974 a las 5 y media de la mañana. Aprendí a vivir un 4 de noviembre de 2002 a las 16 y 15 horas. Vero
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